Cuentan que la siguiente escena se desarrollaba indefectiblemente cada atardecer, cuando un joven recorría la playa devolviendo al agua las estrellas de mar que la marea arrastraba a la costa.
Él sabía que si permanecían allí, a la mañana siguiente, con los primeros rayos de sol, las estrellas de mar no tendrían otra opción que morir. Muy cerca de allí, un anciano pescador que residía a metros de la playa, participaba, cada tarde como un mudo espectador de la recurrente secuencia.
Una tarde, no resistió más y se acercó al joven diciéndole:
-No puedo comprender porque realizas esta tarea inútil sistemáticamente cada tarde. Existen kilómetros y kilómetros de playa donde cada día las estrellas de mar agonizan primero y mueren posteriormente. ¿No te das cuenta que la energía que despliegas y el esfuerzo que realizas no logran marcar ninguna diferencia?
El muchacho dirigió su mirada hacia el anciano y tomando una estrella, la arrojó al agua diciéndole:
-¿No cree que para esta estrella, sí habré marcado la diferencia?...
El anciano se alejó meneando la cabeza entre contrariado y estupefacto, a tal punto que esa noche no pudo conciliar el sueño. Venían a su mente repetidamente las escenas contempladas día tras día y especialmente el último encuentro. A la mañana siguiente, el anciano buscó al muchacho y a partir de ese día lo acompañó activamente en su tarea.
Enseñanza:
"A veces sentimos que lo que hacemos es tan sólo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota" * Madre Teresa de Calcuta